Llegó el esperado tifón. Antes Hiroko nos había avisado, resulta que a todos japoneses les llegan por teléfono alertas de tifones y terremotos. El viento era tan fuerte que por la noche me daba miedo que arrancase el tejado. Nuestras fieles bicicletas llamadas: Tormenta, Sonrisa, Sancho y Furiosa se cayeron.
Cerca de Kashihara hay muchos pueblos situados en las montañas, rodeados de Parques Naturales. Las vistas y paisajes son preciosos. A siete paradas del tren de la línea Kintetsu, fuimos a Haibara.
En la oficina del turismo un hombre mayor y muy simpatico nos aconsegó que fueramos a un pueblo cercano muy bonito. Subimos en el autobús montaña arriba para visitar el pueblo de Ouda, de época de Edo.
Parecía un pueblo fantasma; no había casi gente, todos los restaurantes estaban cerradas. Después nos dimos cuenta que era lunes, día de descanso. Pero daba gusto pasear con tranquilidad.