Después del 4 horas en el tren, donde echamos unas risas, principalmente por el accidente de Esaú, que se tiro el café encima de pantalones (incluso un polaco con cara de piedra, compañero de nuestro esparcimiento, hecho una risita), llegamos a Varsovia. Nos alojamos una noche en hotel Mercure, cerca de estación central de trenes.
La historia de la ciudad se remonta a finales del siglo XIII. En ese momento, era un pequeño pueblo de pescadores. En 1569, el rey Segismundo III transfirió su corte junto con la capital polaca de Cracovia a Varsovia. Bombardeada al comienzo de la invasión alemana en 1939, la ciudad resistió. Las deportaciones de la población judía a los campos de concentración provocaron el levantamiento del gueto de Varsovia en 1943 y la destrucción del gueto después de un mes de lucha. Una revuelta general en Varsovia entre agosto y octubre de 1944 llevó a una mayor devastación. Varsovia adquirió el nuevo título de «Ciudad Fénix» debido a su larga historia y su reconstrucción completa después de la Segunda Guerra Mundial, que había dejado en ruinas más del 85 % de los edificios.
Plaza Mayor de noche